El Pacto
Parecía
que al pueblo le había caído una plaga, el río estaba más pobre que lo normal
en tiempos de sequía, las siembras se perdían y el ganado caía muerto en medio
de la sabana. La gente en su desesperación buscaba consuelo en la iglesia y el cura
en su homilía condenó la práctica de la brujería, los excesos y la vida
licenciosa que llevaban algunos feligreses.
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Por eso Dios ha mandado esta plaga al pueblo, para que nos arrepintamos de
nuestros pecados, tenemos que postrarnos ante el señor, dijo.
Cuando salió de la iglesia él estaba dispuesto a pactar, solo
así salvaría sus tierras y su ganado, entonces la prosperidad llegaría para
siempre. Esa noche terminaría de hacer una fosa amplia donde enterraría vivos a
un par de reses, el siguiente domingo a media noche, sepultaría a un hombre y
una mujer y por último cada año debía regar con su sangre la superficie de la
fosa.
Después de mucho esfuerzo logró introducir los animales; el siguiente domingo
embriagó a una pareja de forasteros lanzándolos al pozo, de esta manera se
sellaba el pacto que lo beneficiaría toda su vida. Cubierta aquella macabra
tumba, se dispuso a regresar tranquilo a la casa parroquial.
Tiempo después la abundancia comenzó a notarse, el río volvió a ser caudaloso,
las reses eran gordas y las cosechas copiosas. La gente del pueblo agradecía a
la providencia por la bondad de la tierra; el cura relucía de felicidad cuando
hablaba de lo bueno del arrepentimiento y las oraciones al todopoderoso.
Esa noche despues de las misas, pago promesas y fiesta en la plaza, él se desprendió de su sotana y se dirijió a aquel apartado lugar de la sabana a cumplir con su otra
parte del trato, un sudor frío le recorrió todo el cuerpo, se desesperó cuando
el aire le faltó de pronto, fue entonces cuando sintió que un golpe le partía
el corazón, cayendo sin vida en medio de la llanura.
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