Fiebre
No,
no era posible que su difunta madre le planchara el vestuario que él usaba en
sus representaciones mientras le decía: ¡Vámonos! ¡Vámonos!... No lo podía
creer porque en ese instante navegaba a la deriva sobre el turbulento río
Orinoco. ¡No entiendo! Pensó aturdido, acto seguido era ovacionado en un teatro
en las profundidades del río. ¡Esto no es posible! Se repetía mientras la voz
materna le insistía: ¡Vámonos! ¡Vámonos! Una niebla helada cubría su desnudez.
Se decidió a salir a la superficie, a través
de la turbia y torrentosa corriente, apartando trozos de arboles, algas, viejos
juguetes, extraños rostros de épocas pasadas y miedos muy profundos…
Al llegar a la superficie recuperó la
respiración de forma desesperada, entonces cayó en cuenta que estaba en su cama
bañado en sudor y con mucha fiebre en medio de la sombría noche.
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