Sirio y los Platillos
Voladores
Cuando Sirio era
niño siempre quiso tener contacto con naves espaciales y seres de otras
galaxias. Con aspecto muy descuidado, expresaba en la plaza a los transeúntes:
“El universo es tan inmenso que no podemos pensar que estamos solos” pero la
gente decía que había perdido la razón.
Una tarde de marzo llegó al pueblo una
feria ambulante encabezada por un viejo astrónomo que afirmaba haber visto muchos
OVNIs en su vida, unos decían que era para vender telescopios de segunda mano y
otros afirmaban que era mera publicidad para simplemente mirar la Vía Láctea a
través de uno de esos aparatos. Sirio compró uno y a partir de ese momento vivió
en una improvisada vivienda a la orilla de la represa del pueblo, pues deseaba observar
con mayor tranquilidad los astros, sumergiéndose aún más en los misterios del universo.
Al poco tiempo, Sirio vociferaba en la
plaza: “Anoche ví un platillo volador, flotó sobre la represa y después voló a
la estratosfera”. En otra oportunidad aseguró: “Un platillo me iluminó por unos
segundos con una potente luz, me dijeron que volverían por mí” pero como de
costumbre nadie le prestaba atención.
Una mañana, los pobladores comentaban sobre
una extraña luz vista por todos esa noche, unos decían: “Era como una estrella fugaz”
otros opinaban: “Eso era la bola de fuego”. Pero un pescador afirmó: Yo ví una
luz que alumbró el rancho del loco Sirio. Luego alguien con preocupación exclamó:
-Habrá que ir a verlo y preguntarle
qué pasó.
Por
mucho que lo buscaron, no lo encontraron, había desaparecido, pues aquella potente
luz que partió en dos la oscuridad, emanó de un platillo volador para llevarse a
otra galaxia al apasionado astrónomo del pueblo.
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