El Encanto
Comenzaba a caer la
tarde cuando el forastero quiso tomar agua del claro río para refrescar la
fatiga del largo viaje, de pronto, en la otra orilla miró entre los juncos a una
hermosa mujer que con movimientos muy sensuales lo invitaba a bañarse con ella.
Él no lo podía creer, pensó que era producto de su imaginación, ella se
sumergió y luego su esbelto cuerpo casi desnudo flotó en medio del cauce. Ella
con una sonrisa muy atractiva otra vez le hizo señas para que entrara al agua.
Él rápidamente inspeccionó el lugar con su mirada cerciorándose de que no
hubiese nadie, se bajó de su caballo y lo ató a una palma cerca de la orilla. Lleno
de emoción se despojo de su ropa y entró a las tibias ondas, ambos sonreían de
complicidad, de inmediato nadaron uno hacia el otro para confundirse en un
amoroso abrazo.
En la mañana siguiente, unos peones
encontraron un caballo sin jinete amarrado a una palma y junto al animal estaba
una vestimenta masculina, buscaron por la ribera, pero no encontraron a nadie, en ese
momento comprendieron que aquel sujeto fue seducido por el encanto del río, ahogándolo
en sus cristalinas aguas.
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