La Novia del Campanario

Fue
en el embarcadero del río donde se despidieron. Él había dejado su palabra
empeñada, diciendo que volvería en invierno a casarse con la morena más buena
moza del pueblo. A su llegada la gente lo recibiría, donde ahora se daban su
primer beso de comprometidos y los pobladores lo acompañarían a la iglesia. Ella
caminaría desde su casa colonial acompañada de dos parejas de pajes y su padre
la entregaría al novio viajero. Todo aquello fue planificado la noche de la
petición de mano y sellado el compromiso en el embarcadero.
Entró el invierno y con él las alegrías de
la boda. Ese día ocurrió algo inusual: como era tiempo de agua, la novia quiso
presentarse primero en la iglesia ataviada con impoluto vestido y largo velo
que volaba con la brisa, pues temía no llegar al altar por la lluvia que ya iniciaba.
Con impaciencia esperó a su prometido, pero éste no llegó. En su desesperación
subió las viejas escaleras de madera de la torre de la iglesia y llegó al
campanario donde lloró inconsolablemente, desde allí miraba con amargura y desconsuelo
hacia el embarcadero, el eterno testigo de aquella promesa de amor. La tarde
pasó a ser noche torrencial, la novia al verse embaucada y abandonada pensó “No
puedo vivir con este triste destino” entonces, sin pensarlo se lanzó al vacío.
Al amanecer, un canoero trajo fatales
noticias al embarcadero “El bongo donde ayer venía el novio lo hundió el río en
la crecida” dijo a todos los que allí se encontraban.
Desde entonces, en las noches de invierno
algunos dicen que ven a la novia con su largo velo que vuela con el viento en
el campanario de la iglesia, esperando a su amor perdido.
22/10/2017
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