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Mostrando entradas de febrero, 2018

El Encanto

El Encanto        Comenzaba a caer la tarde cuando el forastero quiso tomar agua del claro río para refrescar la fatiga del largo viaje, de pronto, en la otra orilla miró entre los juncos a una hermosa mujer que con movimientos muy sensuales lo invitaba a bañarse con ella. Él no lo podía creer, pensó que era producto de su imaginación, ella se sumergió y luego su esbelto cuerpo casi desnudo flotó en medio del cauce. Ella con una sonrisa muy atractiva otra vez le hizo señas para que entrara al agua. Él rápidamente inspeccionó el lugar con su mirada cerciorándose de que no hubiese nadie, se bajó de su caballo y lo ató a una palma cerca de la orilla. Lleno de emoción se despojo de su ropa y entró a las tibias ondas, ambos sonreían de complicidad, de inmediato nadaron uno hacia el otro para confundirse en un amoroso abrazo.     En la mañana siguiente, unos peones encontraron un caballo sin jinete amarrado a una palma y ju...

Separación

Separación       Despues de mucho meditarlo, decidió separarse. Alegó que el clima de su hogar no era el mismo desde hacía años, los largos días de rutina lo aburrían y el aire estaba lleno de vicios. En primavera siempre gritaba desconsolado: -¡Siento un hoyo enorme en el cielo que me condena!       Estaba cansado de llevar un gran peso en su ser y si se separaba quedaría libre: -Como una balsa, pensó.      Después de mucho meditar, buscaría otros horizontes. - Hay una fuerza desconocida que me obliga a hacerlo, dijo.      Fue entonces cuando el gran iceberg se desprendió de la Antártida.

EL Abuelo y la Represa

EL Abuelo y la Represa     Todas las noches el abuelo se embarcaba en su canoa para pescar en la represa del pueblo. Le gustaba ver como la luna inmensa se reflejaba en las ondas del agua y disfrutaba cómo los peces brillaban mágicamente al llegar a sus manos. Una noche se quedó esperando a que el sedal se estirara entre sus dedos, pero nada ocurrió, fue entonces cuando conversó con la represa.       Ella le contó de su soledad y la tristeza del encierro, él le habló de la melancolía,  llorando hondamente su viudez. Ella le dijo que no deseaba estar más tiempo sola y el viejo complacido quiso acompañar su soledad. La luna llena los iluminó desde lo alto y los luceros se desprendían del cielo como hojas secas. Luego, descalzo y sin anzuelos, el viejo y cansado pescador se sumergió entre sus olas tranquilas, uniéndose para siempre aquellos corazones solitarios.